En nuestra vida, como los discípulos de Emaús, a veces sentimos miedo, frustración…, pero Jesús está siempre con nosotros. Esto nos ayuda a sobreponernos y nos llena de alegría. Como un fuego que arde en nuestro corazón, nos pone en camino como miembros de la Iglesia en salida, portadores de la Buena Nueva.
Por eso, es necesario renovar constantemente este encuentro con Cristo, para reavivar la fe y, así, con la fuerza del Espíritu, ser discípulos misioneros. Todos podemos participar con la oración, con la ofrenda de dinero y de sacrificios, y con el propio testimonio.
En este Domund, también recordamos a quienes ya responden a Jesús con su vida, los misioneros, quienes, con su corazón ardiente, nos muestran el camino hacia los hermanos más pobres y necesitados.